martes, 13 de marzo de 2012

Deberes para el viernes 16 de marzo

A mediodía dejaré en el kiosko la hoja con deberes que prometí.
Los que tengan acceso al blog en realidad no necesitan comprarla, puesto que tienen la posibilidad de verla en la pantalla.
Lo que deben entregar es una hoja con lo que se indica. Puede ser manuscrita (con birome o con lápiz oscuro) o impresa. Tengan siempre cuidado con las faltas de ortografía, y no olviden poner el nombre y la fecha.
Si alguien lo desea puede pegar una imagen o dibujar una 'Piedra Rosetta' (habrá que leer el texto para saber de qué se trata) e incluso una imagen de Champollion. (en entradas antiguas del blog pueden encontrar todo esto)


Trabajo de Historia. 1º2 y 1º4
Imaginemos lo siguiente: a un compañero le han mandado estudiar este texto para el escrito. No está seguro de recordar las cosas más importantes, entonces te pide que le hagas unas preguntas para estar tranquilos de que comprendió y recuerda lo principal.
Tu tarea consiste en entregar una hoja con las preguntas que le harías a tu compañero basándote en lo que dice el texto.
Ejemplo: ¿Cuál fue el mayor descubrimiento de Champollion?

Champollion descifra los jeroglíficos
En 1822, el erudito francés Jean-François Champollion demostró que la enigmática escritura del Antiguo Egipto podía leerse. La Piedra de Rosetta fue la clave de su sensacional descubrimiento.
Jean François Champollion nació el 23 de diciembre de 1790 en Figeac, en  Francia. Su padre, que era librero, y su madre, siempre enferma, casi no se ocuparon de él. Fue su hermano Jacques-Joseph, doce años mayor, quien acompañó la formación de un niño precoz hasta el punto de que aprendió a leer, solo, a los cinco años. Nunca le gustó la escuela, por lo que su hermano decidió que un religioso local se hiciera cargo de su educación. Así recibió Jean-François las primeras nociones de latín y griego y empezó a demostrar su capacidad para los idiomas. A los diez años se fue a vivir con su hermano a otra ciudad y allí aprendió también el hebreo, el árabe, el siriaco y el caldeo.
Joseph Fourier, secretario del Instituto de Egipto, puso a Champollion en contacto con las investigaciones más avanzadas del momento sobre Egipto. Fue entonces cuando se despertó la incontenible pasión del joven estudioso por el país de los faraones, y decidió resolver el mayor reto al que se enfrentaban los lingüistas del momento: el desciframiento de los jeroglíficos egipcios. A ese objetivo consagró su extraordinario conocimiento de las lenguas orientales, cuyo estudio profundizó en París entre 1807 y 1809; allí amplió sus intereses al copto, lengua que desempeñaría un papel decisivo en su triunfo final. Ni su precaria salud, ni sus siempre escasos recursos económicos, ni los disgustos que le reportaron la envidia de ciertos sectores académicos lograrían apartarlo de su propósito. Había un objeto que parecía contener la clave para acceder a los secretos de aquella enigmática escritura: la piedra de Rosetta, un fragmento de una antigua estela hallada por un soldado francés en la localidad egipcia de aquel nombre, en 1799, y que los ingleses se llevaron como botín de guerra a Londres tras derrotar, en 1801, a las tropas napoleónicas en Egipto. La piedra contenía un decreto sacerdotal en honor del faraón Ptolomeo V, fechado en el año 196 a.C. y grabado en jeroglíficos, en demótico (la antigua lengua egipcia) y en griego. Los eruditos confiaban en que, a partir de la inscripción griega de la piedra de Rosetta, podrían descifrar los textos en escritura demótica y jeroglífica de la estela. Y así fue, pero no se trató de un camino fácil: desvelar el secreto de los jeroglíficos costó más de veinte años de enormes esfuerzos. El joven Champollion triunfaría allí donde había fracasado el científico y lingüista inglés Thomas Young. Su incansable recopilación y comparación de miles de signos procedentes de inscripciones, obeliscos y papiros de todas las épocas le demostró que había más de trescientos jeroglíficos, demasiados para tratarse de letras, es decir, para que a cada uno le correspondiera un sonido. El 23 de diciembre de 1821, día de su cumpleaños número 31, se le ocurrió contar todos los jeroglíficos de la piedra de Rosetta. Eran 1.419, y las palabras del texto griego ascendían a 486. Por tanto, los jeroglíficos tampoco eran ideogramas (signos que representan una idea). De todo ello dedujo una idea fundamental: el texto jeroglífico estaba formado por una combinación de ideogramas y fonogramas. Sin embargo, los jeroglíficos podían tener más de un significado. La fluidez de Champollion con el copto le permitiría deducir los posibles significados de palabras egipcias en el estadio final del proceso de desciframiento, porque muchos términos coptos eran similares a los que se habían empleado un millar de años atrás. Había logrado desvelar el misterio de la escritura jeroglífica: sus signos tenían a la vez un valor fonético e ideográfico.

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